Hay quienes están todo el día con la misma cantinela: que si el vino es caro, que si fíjese usted lo que cuesta una u otra botella, que si muchas bodegas se han vuelto locas con semejantes tarifas. Es normal. Esto del precio se las trae y no voy a ser yo quien entre en ese debate del “vale lo que cuesta” o “cuesta lo que vale”. Sería caminar sobre un terreno pantanoso en el que, por supuesto, intervienen valores intangibles, percepciones personales y demás.
Aún así, para tirar la tiza y esconder la mano, os voy a listar brevemente cuáles son los costes de producción de la uva, un asunto que casi nunca se tiene en cuenta porque el vino nos lo sirven embotelladito y con su vestimenta mientras nosotros estamos sentados en un restaurante tan ricamente o de pie con nuestra cuadrilla junto a una barra. Así que ahí van algunos factores que influyen en cuánto vale el vino.
- Empezamos en la viña
Los trabajos que exige una hectárea de viñedo -plantada en vaso- son poda manual, sarmentar con barredora, abonados, estercolados, aplicación de los mismos, esborrizar –como dicen, por ejemplo en Cariñena-, despunte, poda en verde, laboreo mecánico del suelo, tratamientos fitosanitarios –incluyendo además de la compra el trabajo que supone aplicarlos en la viña-, vendimia manual y transporte a la bodega. Casi nada la lista de tareas que, obviamente, llevan su consiguiente presupuesto.
El coste de todo esto supone, aproximadamente, unos 1.000€ al año y eso que le faltan otras partidas como, por ejemplo, seguros, amortización de maquinaria, combustible, intereses, contribuciones, instalaciones para alojar a los peones temporeros y demás. Sumando todo, el precio que representa mantener el cultivo de una hectárea es de 1.250€ cada doce meses, euro arriba, euro abajo. Así que id echando cuentas y figuraos la de pasta que debe invertir un viticultor.
Evidentemente, no son los mismos costes los que genera un viñedo que se destina a un producto de primer precio, que los que por su categoría se reservan para un vino de gama alta. Lógico y normal; tampoco es el mismo algodón el que emplea una marca barriobajera que el que usa una firma de alta costura francesa.
Por su parte, el irremplazable viticultor se pasa todo el año mirando al cielo ya que no puede controlar la caprichosa climatología de cada estación –hielos, pedriscos, sequías…-. Hace una especie de rogativa para que la cosecha sea excepcional y que, además, no le exija ningún añadido.
- Una vez dentro de la bodega
Lo que tiene que ver con el proceso de elaboración nos lo saltamos porque valorar –o mejor dicho, tarifar- la puesta en marcha de una bodega da para medio millón de posts. Solamente tened en cuenta la construcción del edificio, el amplísimo equipo humano que debe estar al frente -enólogo, bodegueros, marketinianos, comerciales, administrativos, etcétera- y los medios técnicos necesarios que son, entre otros, sistemas de recepción, despalilladoras y estrujadoras, bombas, grupos de frío y calor, prensas, depósitos, barricas, climatización, equipos de filtración, embotelladoras, etiquetadoras, material de laboratorio y un largo etcétera de otros accesorios imprescindibles –véanse mangueras, jaulones, vehículos especiales…-.
Sin embargo, para no dejar nada en el tintero, sacad la calculadora y valorad todos aquellos productos que se emplean en la elaboración -incluyendo la energía eléctrica para el control de temperaturas y la refrigeración de los depósitos-. Se podría cifrar en unos 0,03€ por cada kilo de uva elaborado, dependiendo claro está del tipo de elaboración elegida. Por todo ello, al igual que le sucede a cualquier otro campo, el vitivinícola es un suma y sigue. Todo tiene su precio y todo influye en el producto final.
- Vistámoslo para que esté guapo
Pasamos directamente a lo tangible, a lo que cualquier hijo de vecino puede palpar cuando tiene una botella en sus manos. Una botella es, obviamente, la suma de las distintas piezas que la componen.
Comenzando por el vidrio, el baremo de una botella de 75 centilitros oscila entre los 0,21€ y los 0,72€ siempre que sea un modelo de catálogo. Si alguien quiere esa botella única que nadie tiene, debe apoquinar más money. Cosas de la exclusividad.
A la hora de cuantificar el sistema de cerramiento hay muchas y diferentes opciones. Si una bodega se decanta por el tapón de corcho para uno de sus vinos puede usar desde los más básicos de aglomerado (0,05€), hasta los super- corchos naturales que se seleccionan mano a mano y que pueden sobrepasar el euro por unidad. Sin embargo, existen otras alternativas. Un tapón sintético va de los 0,048€ hasta 0,10€, mientras que el cada vez menos novedoso tapón de rosca se mueve en torno a los 0,096€.
Tras el vidrio y el tapón le llega el turno a la cápsula, que va desde 0,03 hasta 0,12€, dependiendo cómo no del material que se emplee. Sin embargo, todavía hay más componentes que deben tenerse en cuenta. Uno de ellos es la etiqueta y la contraetiqueta -con los derechos del Consejo Regulador si se pertenece a él-. Hablamos de no menos de 0,06 € y de más de 0,10€. Todo ello contemplando solamente el papel, sin contar el diseño que viste cada marca. Finalmente, cada botella se coloca debidamente en una caja. En función de si es de 6 o de 12 botellas, el precio repercutido en cada botella es de 0,09€.
Conclusión: el vino puede ser un producto tremendamente económico o, por el contrario, un artículo de lujo. Por eso es conveniente revisar cuáles son los factores que intervienen en un determinado producto con nombres y apellidos. Hacedlo antes de calzarle un tajante caro o barato. ¿Por qué?… o mejor dicho, ¿para quién?