Se habrán fijado ustedes… bueno, no, espera, que corrijo, que esto es Barrica Creativa y no es cuestión de andarse con tanto formalismo… os habréis dado cuenta que en el diseño de etiquetas o mejor dicho que contraetiquetas –ese pedazo de papel que luce parte de la trasera de una botella- hay tantas como marcas existen en el mercado.
Las hay de todo tipo. Unas son informativas, otras estrafalarias, algunas son simplemente disparatadas y también sobreviven unas cuantas que, con tanta poesía, son tan insípidas como que no dicen nada. También las hay correctísimas y medidas, que conste. Menudo plan sino, si solamente imperase el todo vale. Y es que las contraetiquetas, como una parte del diseño de etiquetas, es un mundo por descubrir.
No me estoy refiriendo a la información legal que en la contra debe aparecer. No. Lo legal se debe cumplir y con eso no se juega. Voy a toda esa retahíla de información que en más de una ocasión se ha convertido en una tremenda carcajada. Porque algunos ejemplos son de lo más atroz.
A mí hay uno que me encanta, que es para enmarcarlo. Seguro que os resulta familiar: “vino elaborado con las mejores uvas de nuestros mejores viñedos. Elaboración tradicional con la más moderna tecnología”. Venga pues… hasta luego Mari Carmen. Es lo mismo que no decir nada… aunque precisamente eso es lo que quieren decir, nada, y lo enmascaran con algo más genérico que un “pescado procedente del mar”.
Otras del mismo rollo estiran el carrete pero vienen a decir lo mismo. Porque, de esta perla ¿qué me decís?: “vino de suave paladar, ligero, delicado y con acidez bien equilibrada, donde se combinan la modernidad con la expresión de la tierra. Elaborado después de una cuidada selección de uvas de distintas variedades de nuestra región que se mezclan para conseguir este vino de profundo color rubí e intensos aromas. Sabroso a la boca, consiguiendo una gran redondez al paladar. Acompañará platos de carne, embutidos, quesos, caza, patés, etc. y también puede tomarse con pastas y primeros platos”. Mucha nota de cata pero que ni Blas suelta prenda.
Pero en el diseño de etiquetas, o contraetiquetas,perdón, las poéticas y enrevesadas son las que más me gustan, las más gore. Porque calzarle a un vino “Como un suave soplo del mediodía, una cortina fragante nos embarga, carambola, fruta de la pasión, quiwuano, tamarillo, papaya, melocotón de viña, rosa, ortiga, boj, valeriana, manzana, pomelo, hierbas frescas, orgánico, y algo indeterminado de humo, con el paso del tiempo se desvanecerá, formando aires acaramelados y dulces, su tacto suave se ilumina y nos acerca a la naturaleza de la jalea» es muy heavy.
El caso más reciente, que provocó cierta controversia en el sector, decía lo siguiente: “Tinto de fuerte color, rojo púrpura intenso con ribetes violáceos, muy expresivo y afrutado en nariz con taninos vivos en boca y con gran estructura. Como si te digo que unos leperos vampiro, de buena familia, lo recolectan sólo en noches de apareamiento del cernícalo real mientras escuchan Chiquetete (los leperos). Acto seguido se fermenta en barricas de tungsteno construidas por glamurosos enanos carlistas con crestas de colores. Te lo vas a creer igual”. Tuvo defensores que aplaudían la gesta marketiniana y creativa –además de arremeter contra todas esas contraetiquetas que no decían nada- pero también contó con detractores que tachaban a este texto de un insulto hacia el vino y su cultura.
A mí todas me parecen unas fantasmadas. Porque esto del vino es serio. Para vacilar ya tenemos otras herramientas. Prefiero que no me digan nada a que me suelten una parva de tontadas. Aunque entiendo también que para gustos están los colores. La próxima vez fijaos en el reverso de la botella; ¿quién sabe?, quizá os encontráis con algún ejemplo desternillante.