No soy mucho de playa pero creo que estas vacaciones voy a aficionarme al submarinismo. Ya lo creo que sí. Al mar lo justo, que le tengo demasiado respeto, pero claro, sabiendo que hay bodegas que dejan envejecer el vino en el fondo del mar pues lo mismo me empecino y me sumerjo a lo loco.
Resulta que, según dicen, el mar es un medio cojonudo para que envejezca el vino porque ofrece temperatura y presión del agua constante, escaso movimiento, salinidad y ausencia de luz y ruido. Además la evolución es muy lenta. Eso bien lo saben algunas firmas nacionales con sus vinos submarinos.
Bodegas Luis Pérez (Cádiz) elabora un monovarietal de Tintilla que posteriormente permanece doce meses bajo el agua, a una profundidad de 12 metros y a una temperatura constante de 14ºC. Se sumerge en ánforas de 75 centilitros y luego llegan al punto de venta a un precio de unos 200€. ¿Mola, eh? Pues no tiene la exclusividad de este proceso porque hay más bodegas que aprovechan el fondo marino.
Las Bodegas Enrique Mendoza (Alicante), a través del proyecto Vina Maris, van más allá. Además de envejecer dos vinos a 25 metros de profundidad en el Mediterráneo organizan visitas guiadas hasta las jaulas de acero donde reposan las botellas. Eso sí, hay que tener un certificado porque cualquiera no puede sumergirse. ¿Veis por qué lo de aficionarme inmediatamente al submarinismo? Luego, para rematar la experiencia, está la posibilidad de descorchar las botellas recién salidas a la superficie en un catamarán. Olé.
Por último, Vinos Tendal (La Palma) lleva investigando siete años la crianza del vino sin utilizar barricas de roble. Por eso, en colaboración con el Club de Buceo Cueva Bonita, tienen unas cuantas botellas bajo el agua. Bueno, algo más de unas cuantas… 90.000 al año. Además, el medio marino no se ve afectado porque es tremendamente respetuoso tanto por los materiales, como por las técnicas utilizadas.
Total, que muy pronto nos vemos bajo el agua. No estaré buscando ni a Nemo, ni a Dori. Si acaso unas cuantas botellas.