Fue en el 98 cuando le hice mi primera entrevista a Jesús Artajona, enólogo y director técnico de Bodegas Enate. Mantuvimos una conversación de esas que difícilmente se olvidan porque cada respuesta era una lección; cada opinión un padre nuestro.
Hubo un momento en el que sacó a colación el término francés convivialité. Decía que un amplio porcentaje del disfrute de un vino reside en con quién lo compartes. Y precisamente esa convivencia, casi veinte años más tarde, sirvió para abrir la particular cata que organizaba este blog adelantándose al 25 aniversario de la bodega.
En el salón Urgel del Hotel Reina Petronila (Grupo Palafox) se encontraban, por parte de Enate, Artajona, Óscar Valenzuela –que lleva también la tira de años al frente del departamento comercial- y Marta Serrano –nuevo fichaje del departamento de marketing-. Junto a ellos, y con el equipo de La Barrica Creativa, compartimos sorbos y recuerdos muchos amigos afines al mundo del vino: desde periodistas especializados como José Miguel Martínez Urtasun, hasta sumilleres como Manu Jiménez, Miguel Arlés y Michael Cooper, pasando por distribuidores como Carlos Valero, influencers tecnológicos de la talla de Lucas Aísa –Calvo con Barba es su nick- y gentes del mundo empresarial como Belén Bardají, de Ibercaja, o Mariano Espallargas, de la Cámara de Comercio de Zaragoza.
El motivo no era sólo probar los siete vinos que llegaron desde Salas Bajas, que también, sino generar un debate y realizar una retrospectiva que recordase lo que había sucedido durante este cuarto de siglo. Que no es poco. Lógicamente, y puesto que desfilaron con la elegancia a la que nos tienen acostumbrados, probamos dos blancos (Gewürztraminer y Chardonnay 2-3-4), su incuestionable rosado, tres monovarietales que estaban gloriosos (Merlot- Merlot, Shiraz- Syrah y Cabernet- Cabernet) y uno de los grandes que dignifica el nombre de Enate y por ende el de la Denominación de Origen Somontano: el Reserva Especial, en este caso de 2006.
Como primer compás nos remontamos al año 1991, cuando Enate comenzó a escribir su historia. Por aquel entonces era una de las siete bodegas que componían la denominación altoaragonesa –hoy son más de una treintena-. Seguidamente y entre sorbos dirigidos hablamos de cuando se obtenían del orden de 500.000 kilos de uva -en la actualidad se mueve una producción de entre 2,8 y 3 millones-. También recordamos la nómina de referencias con la que la bodega salió al mercado y la que posee en la actualidad –algunos nos acordábamos incluso de aquel Tempranillo Moristel que dio que hablar pero sucumbió a los gustos del mercado-. En definitiva fue un ir y venir de décadas; un balance de pubertad, adolescencia y madurez.
Desconozco el grado de satisfacción con el que salió el personal –intuyo que fue bueno- pero sí saco varias conclusiones personales del viaje embotellado que experimentamos.
La de Salas Bajas sigue siendo una de las piezas fundamentales del Somontano como así lo ha demostrado vendimia tras vendimia. Es una de las marcas más serias que tenemos y una de las que más se asocia con nuestra comunidad. Es un referente, el caballo ganador por el que siempre se apuesta. Y todo no parte de la percepción que se tiene de ella sino del conocimiento, entrega y dedicación que le brinda a un sector que conoce sobradamente. ¿Os imagináis las últimas décadas del vino en Aragón sin Enate?… ¿a que no sería lo mismo?. Pues eso.
La baronesa de Rotschild dijo que “crear una marca es fácil. Lo complicado son los primeros 200 años”. Esta bodega ya ha pasado su primer cuarto de siglo y, visto lo visto, ese proceso de creación está de sobra construido aunque le quede recorrido por delante para llegar a ese par de siglos.
Fue una tarde de vinos, de recuerdos pero, sobre todo, de personas. Que vengan tantos años como convivialidad nos quede en el cuerpo y que estemos aquí para celebrarlo.
Muy pronto el vídeo post de la susodicha…